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DÍA 7
Abril 2 de 2012
Doña Astrid, la señora que nos ayudaba dos o tres veces a la semana con la limpieza; un día dejó de ir y dejó de responderle el teléfono a mi mamá. Preocupada de que le hubiera pasado algo, mi mamá fue a su casa; aunque solo ubicaba la calle en la que vivía. Preguntando de casa en casa, llegó hasta ella y la señora muy apenada le explicó por qué ya no iba; “lo que habita la casa” le comentó, que cuando se quedaba sola y empezaba a asear los pisos, había unos pasos que siempre se escuchaban detrás de ella, que nunca la dejaban sola. Dijo que en una ocasión sin saber, abrió la puerta del cuarto de Violeta, el cual permanece tal cual como ella lo tenía, y dijo que tuvo una sensación de infinita tristeza, de desolación y tuvo que cerrarlo inmediatamente (en ese instante no pude evitar sentir pesar por ella).
El día que Doña Astrid dejó de venir y según mi mamá, ella le juró que sintió dos manos que intentaron empujarla por las escaleras. Cayó, pero logró detenerse y no pasó a mayores a pesar de su edad. Le pidió a mi mamá que la disculpara y que entendía si no le creía. Mi madre intentó tranquilizarla, contándole lo que nos había ocurrido a nosotros, contándole la historia de Violeta, de lo que había pasado en esa casa; intentaba hacerle entender que si le creía .
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No señora, está equivocada, le dijo. No es ninguna niña lo que anda ahí en esa casa, le comentó doña Astrid a mi mamá.
Me encontraba en casa, salí de mi cuarto para recibir a una amiga que venía a visitarme. Me alegró mucho cuando escuché el timbre. Laura por fin había aceptado mi invitación de conocer la nueva casa, ya que estábamos las dos tristes porque por primera vez íbamos a estar en colegios distintos, y creo que en cierta forma ella estaba un poco molesta conmigo por ello (ella vive cerca de mi antigua casa, siempre fuimos muy cercanas).
Me asomé por la ventana, me agitó la mano desde la entrada del jardín y bajé corriendo por ella. Mis papás no estaban, así que aproveché para conversar con ella sobre todo lo que me estaba ocurriendo, lo cual era demasiado raro como para explicar por teléfono o por mensaje. Le abrí y comencé a mostrarle el jardín (Un diseño preciosísimo, gracias a la paciencia y creatividad de mi tía Yolanda).
De repente le di la espalda para mostrarle una fuente y escuché un grito de susto que inmediatamente se convirtió en una carcajada; le pregunté qué había pasado y ella me respondió.
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Tu papá casi me mata del susto.
A lo que yo le conteste exaltada, ¿Mi papá?, ¿Por qué?. Laura me dijo que él se estaba asomando por la ventana de arriba, con una máscara horrible de diablo (Cuando la escuché, me llené de miedo, no supe qué hacer y dudé en voltear a la ventana, no quería; me rehusaba a pensar que se tratara de esa habitación).
Le pregunté en cual ventana lo había visto y ella me respondió que en la del medio (sentí mi cuerpo flaquear y frío en la piel). Se refería a la ventana de la habitación de Violeta. Entre lágrimas le grité sollozando “no es cierto” Ella lógicamente me preguntó qué me pasaba, que por qué me ponía así. Yo solo pude decirle que no había nadie en la casa
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Pero te juro que lo vi, dijo Laura muy segura de lo que había visto. Con una cara horrible, pensé que nos estaba asustando, tú sabes cómo es él, siguió diciendo.
Las dos miramos hacia la ventana (yo por lo menos tuve una sensación pesada, como si alguien nos estuviera observando verdaderamente) aunque no hubiera nada visible por ahí, se alcanzaba a ver sólo un fragmento del techo de la habitación desde nuestra perspectiva. Las cortinas estaban un poco abiertas, pero nosotros jamás las tocábamos, jamás las abríamos y antes de que pudiéramos decir algo; una sombra pasó por el techo como si algo caminara por la habitación.
La sombra era solo una silueta, pero sentí que de alguna forma se trataba de Violeta. Cuando le vimos pasar, Laura se acercó a mí y me abrazó fuertemente, asustada. Las cortinas se cayeron de golpe, como si alguien las hubiera arrancado desde abajo y salimos corriendo por toda la casa hacia la calle de la manera mas histerica que se imaginan.
Un vecino estaba sentado afuera de su casa, nos vio corriendo como alma que lleva el diablo y se acercó preocupado, nos preguntó qué pasó; yo no pude hablar (Estaba horrorizada) Laura, con su respiración agitada, le dijo que había un extraño en la casa.
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Llama a la policía mientras voy a revisar, me dijo el vecino.
El señor empezó a hacerle señas a otro hombre del sector que llegaba en su carro a unas casas de distancia.
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¡Se metió alguien a su casa!, le gritó.
El vecino tomó una L de su carro, de las que utilizan para cambiar llantas; entraron con Laura al patio y ella les señaló la ventana donde lo vimos.
Podría asegurar que ellos se detuvieron de repente al saber de la habitación que se trataba y recordar que justo por encima de ellos, el cuerpo inerte de Violeta había permanecido colgado por horas, hasta que su hermana lo encontró. Entraron de todas formas, Laura detrás de ellos.
Yo no llame a la policía, lamentablemente sabía o imaginaba de qué se trataba y estaba segura que ni ellos, ni la policía, podrían solucionar lo que fuera que estaba pasando.
Pasaron los minutos y no salían. Finalmente cogí el valor para entrar, cuando iba subiendo las escaleras, me topé con mi amiga Laura de frente llamando a la policía en ese momento.
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Si había alguien, me dijo ella. Alcanzamos a ver que corrió y se metió en el clóset.
Corrí hacia el cuarto donde los dos vecinos intentaban abrir las puertas del enorme clóset de Violeta (Yo no lo podía creer, no supe si alegrarme o asustarme aún más)
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Salí desgraciado, antes de que llegue la patrulla y te vaya peor, le gritaban los señores entre groserías.
El sonido de la puerta eléctrica de nuestro garaje llamó nuestra atención, uno de los vecinos se asomó por la ventana y me avisó de que había llegado mi mamá. Salí del cuarto junto al otro vecino, pero nos detuvimos a unos metros, pues un chirrido proveniente de la habitación, hizo que el señor y yo nos volteáramos a ver (sentí miedo); era el rechinar de las puertas del clóset de Violeta al abrirse lentamente. Regresamos al cuarto y el vecino que se había quedado, miraba atentamente hacia el interior del clóset apretando su L.
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No sale nadie, dijo. Abriendo sus ojos aún más, sin perder de vista el interior.
En ese momento y en fracción de segundos, el otro vecino comenzó a decir un montón de groserías mientras metía su mano para revolver la ropa violentamente, buscando desesperadamente por alguien que aseguraban haber visto. No había nada, no había absolutamente nada y el vecino se iba poniendo cada vez más pálido. Mientras revisaba una y otra vez, se daba cuenta de que no era posible que alguien estuviera ahí, de que alguien hubiera entrado (Desde un principio lo sabía, no había ser humano que fuera capaz de desaparecer en ese instante)
Mi mamá subió corriendo, alertada por los llamados de Laura y asustada aún más al ver las caras de nosotros tres (Los dos vecinos y yo). Cerró todo, puso las cortinas y nos pidió que saliéramos a hablar fuera de la habitación.
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Bajen, niñas, ahorita voy, nos dijo.
Lo hicimos, y ella se quedó hablando con los dos vecinos; Después de una media hora, los pude escuchar bajando por las escaleras. Uno de ellos le continuaba diciendo que le pasaría un número de teléfono, insistiendo en que conocía a alguien que podría ayudarnos. El otro continuaba callado y con la mirada ausente. Mi mamá les agradeció y los acompañó hasta la calle.
Cuando regresó, se quedó en el jardín mirando fijamente hacia la ventana. Al notarlo, salí con Laura y vimos que la cortina de la habitación de Violeta estaba ligeramente abierta, apenas unos cinco centímetros.
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Vieron que la había cerrado toda, ¿verdad?, preguntó mi mamá
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Si nosotras vimos, respondió Laura un poco asustada.
Yo estaba paralizada, pues en la pequeña rendija de la ventana del cuarto, se podía ver un rostro blanco; no pálido, sino completamente blanco y con unas ojeras de un color totalmente negro, observándonos. No sé si ellas también podían verlo, pero si lo hicieron... no dijeron nada. Me tallé los ojos y miré hacia otro lado, al regresar la mirada noté que el rostro permanecía ahí, completamente claro. No sé si continuaba en la misma posición, para que nosotras pudiéramos notarlo.
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¡Vamos para adentro!, dijo mi mamá, sorprendiéndonos.
Lo dijo en un tono enojado, como si estuviera muy molesta por algo, era como si al haber visto hacia arriba, algo le llamó la atención y la enfureció (creo saber el porqué lo hizo).
Cuando entramos comenzó hablar con nosotras, pero levantando la voz, como queriendo que alguien más la escuchara.
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Esta casa es nuestra, ¡NUESTRA!, nos costó, y vamos a vivir aquí sin importar nada y si a alguien le molesta, ¡SE ME VA LARGANDO!, pero nadie nos va a mover, dijo mi mamá exaltada.
En sus palabras tan molestas, había algo de tranquilidad para mí; mi mamá estaba reconociendo, lo que fuera que estaba pasando, determinada a defender lo que era suyo.
Un rato después, al llegar mi papá, conversaron en privado; nos juntamos a la hora de la cena y comimos tranquilamente, en eso pasaron los papás de Laura y la acompañé a la puerta. Regresé para ver que el pesado silencio que nos acompañaba, se había roto y mis papás discutían; al parecer, sobre cómo tenían que manejar la situación. Aún con todo, mi mamá intentaba ser racional, lo racional que se puede ser al discutir sobre un supuesto fantasma que habita en la casa. Mi papá fue a un cajón junto a la entrada, enojado y sacó una cajetilla de cigarrillos (creo que lo debió haber tenido de años atrás, pues hacía muchísimo que no lo veía fumar); salió mi mamá detrás de él. Yo los escuchaba detrás de la puerta
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¡Podemos irnos y ya!, le decía mi papá. Poner un anuncio de que se arrienda ¡y al carajo! Si se arrienda bien y si no ya veremos.
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No seas absurdo, por favor José, le contestó mi mamá. ¿Por qué nos vamos a ir? ¿De qué vamos a tener miedo? ¿Cuándo se ha oído de que un fantasma le haga daño a alguien?
Cuando dijo eso, ambos guardaron silencio. Creo que en ese momento se dieron cuenta de que estaban parados justo debajo dónde habían encontrado colgando a Violeta. No se podía ignorar ni lo que pasaba, ni ese rostro en la ventana, ni los pasos fuertes que se escuchaban por la noche; yo esperaba que por fin pudiera entrar a la escuela y no tuviera que pasar tanto tiempo en esa casa, para distraerme, para conocer gente nueva, concentrarme en la tarea de cualquier tipo (Por primera vez en mucho tiempo).
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