Marzo 4 de 2012

 

Después de ese día, mi papá hablo con mi tía Yolanda, quién le confirmó que ellos llegaron a sentir los pasos en el cuarto de Violeta e incluso los chicos de la mudanza, llegaron a escuchar una voz de una niña joven cantar en el piso de arriba; ella creía que Violeta continuaba en esa casa de una forma u otra. Le dijo que para ella era demasiado doloroso habitar ese hogar donde perdió todo, si le había vendido esa casa a ese precio precisamente a él, era para que las cosas de Violeta en ese lugar, permanecieran al lado de alguien que la amó mucho (por un momento esas palabra me conmovieron a pesar del temor que sentí esa noche).

 

“No te lo puedo reprochar si no lo quieres hacer”  le dijo, “No tengo como, si yo misma no soporté estar ahí. Pero si puedes hermano, no dejes sola ahí a mi niña”. Cuando mi papá nos lo contó, todo parecía tener lógica dentro del duelo de mi tía; parecía ser nuestro deber, sobre todo porque ellos nos ayudaron mucho y aceptamos todos sin saber en lo que realmente nos estábamos metiendo.